VUELVE EL CASTILLO DEL CABO BRUMOSO...
Disculpad el largo paréntesis entre una entrada y otra, pero los avatares de la
vida me tienen ajetreado e inmerso en un constante caos de inestabilidades. Sabed
que me produce no poca congoja el no poder actualizar con constancia este
rinconcito virtual, sobretodo por la satisfacción de crear
cierto hábito en los lectores que solían frecuentarlo. Me encantaría ir subiendo entradas con las habituales extensiones y con la suficiente calidad para atraer de nuevo vuestras curiosidades, pero un proyecto literario del que seréis testigos el próximo Junio del 2013, llena el poco tiempo libre que tengo junto a mis muchos entretenimientos y contactos sociales. Estad atentos porque a mediados de junio empezaré con la campaña de publicidad y Pyromid iluminará la red con bizarras y exóticas creaciones.
Sin embargo, he resuelto repasar y
actualizar las entradas antiguas. Principalmente por dos motivos: En primer
lugar porque releyendo hoy algunas partes, he notado que hay muchísimos fallos
en la redacción y maquetación, y en segundo, porque algunos textos habría que
actualizarlos un poco. Así que desde esta misma semana iré por orden
cronológico, pero a la inversa.
Debo reconocer, que el principal
artífice de este regreso ha sido mi muy estimado amigo y pseudo mecenas, Ambrosius Stein, señor del enigmático castillo
del cabo brumoso. En mis últimas charlas con él al calor de la chimenea de su
amplio y extravagante salón, me solicitó expresamente que no abandonara ni mis lecturas e
investigaciones sobre el pasado histórico, ni mis intrusiones en las apasionantes
iteraciones del hombre en las nuevas vías del ocio y creación artística. Noté
en su voz cierto deje de tristeza, como si lamentara más por mí que por él
mismo, la decisión de apartarme de esos extraños vericuetos que me han traído
más de un quebradero de cabeza… y hasta algún incidente que ha puesto en
peligro mi propia existencia. Pero no puedo hablar aun de esos inquietantes menesteres
por este medio.
Así pues, tras deliberar para mis
adentros en las amplias estancias que Ambrosius
ha habilitado como baños en las criptas del castillo, tuve un momento
epifánico. Tomé algunos libros de su kilométrica biblioteca, y resolví volver a
mis viejas labores blogueras por un día. Entenderá el habitual lector de este espacio, que agradar a
tan querido cofrade, es para mí casi un deber. Nadie puede imaginar, cuanto he
disfrutado de su compañía, aprendido de sus sabias palabras o enriquecido mi
espíritu en sus extraños y desconocidos libros. Solo esto puedo contar de momento, así que al tajo:
EN OTRO LEJANO LUGAR…
Volvamos al torrente de la
historia por donde lo dejamos. Mientras los Griegos les paraban los pies a los
Persas, en el extremo casi opuesto del mundo se hallan unas regiones
gigantescas, conocidas actualmente como China y la India. En esta última
centraremos nuestra atención, porque según las ultimas investigaciones, también
allí se desarrolló en la antigüedad una civilización no mucho menos inferior a
la de Ur.
Su lengua estaba emparentada con la de los Griegos y Persas, también con la de
los Romanos y Germanos (Padre = Vater - Alemán, Griego - Pater, Latín - Pater,
y en indio - Pitar) De hecho, como los Indios y los Germanos son los extremos
de la familia de esta clase de Proto-lenguaje, se le denominó a toda la familia
Indo-Germano (o Indoeuropeo)
A finales del siglo XVIII varios investigadores llegaron a la conclusión de que el sánscrito, antigua lengua sagrada de la India, guardaba relaciones con el griego y el latín. Nació así la teoría del árbol genealógico enunciada por Schleicher y la gramática comparada, según la cual existió un primitivo idioma ya desaparecido - el indoeuropeo - del cual surgieron multitud de lenguas que a su vez dieron origen a otras.
Lo más destacable de su sociedad, es que fueron colonizadores igual que los espartanos, y formaron castas inamovibles. Si uno nacía en familia de guerreros, debía ser guerrero. También había castas de labradores, artesanos y sus miembros no podían casarse entre ellos. Además estaban los Parias, que no pertenecían a ninguna casta. De hecho, solo por tocarlos o el mero hecho de dejarse rozar por su sombra, ya hacía que se ensuciara uno de su impureza.
De entre todas estas castas, la
más elevada era la de los sacerdotes (Brahamanes) Ellos creían que su Dios
Brahma estaba presente en toda la naturaleza, desde el ser humano a las
piedras, su aliento actuaba en todo, y aseguraban que los cambios físicos son
solo superficiales.
Cuando uno muere, a no ser que se haya purificado del ciclo del Karma con
buenas acciones, vuelve al mundo como un tigre, una cobra, una planta... dependiendo
de si ha progresado espiritualmente en la anterior existencia. Si consiguiese
sin embargo limpiar sus imperfecciones, obtendría el mayor de los premios:
Abandonar el mundo y el ciclo del Karma, para ir a unirse con el ser divino. Y
la mejor manera de llegar a ese estado era la meditación.
El método de meditación era
sencillamente una frase: "ESO ERES TU". Con ella, los hindúes se
identificaban con cualquier cosa de la naturaleza, y pensaban en ello en solitario
durante horas, meditando días, semanas, meses y años en la espesura de la
selva. Siempre sentados, rígidos y en silencio. La mirada hundida y las piernas
cruzadas, mortificándose sin comer ni dormir para sentir dentro de si el
aliento de Dios. Pero aunque hubo muchos santos, destacó uno en particular, muy
curioso y conocido en occidente.
Se llamaba Gautama y era príncipe, aunque muchos lo conoceréis por el nombre que
se le dio más tarde: Buda (el iluminado). Gautama creció según cuenta la
leyenda, entre muchas riquezas. Tenía tres palacios y vivió siempre rodeado de
felicidad en una atmosfera casi utópica. Pero tres visiones le hicieron cambiar
su concepción de la vida. Un viejo, un enfermo y un muerto. Estas visiones
chocaron con su concepción de la vida perfecta y eterna. Así que un día, mientras paseaba por el bosque
meditando estas cuestiones, vio a un ermitaño. Tomo su ejemplo y huyó de una
vida de placeres sin fin, para descubrir las verdades trascendentes.
Así pasaron seis años. Gautama se
dedicaba a mortificarse, casi sin respirar soportaba horribles dolores para
meditar más profundamente que los demás. El objeto de sus abstracciones eran
las desdichas del ser humano. Pero no llegó a nada, así que empezó a comer algo.
Muchos ermitaños le despreciaron por ello, pero parece que el alimento le sentó
bien, porque poco después, en un claro de un bosque al lado de una higuera, le
llego el conocimiento. Y a partir de ese momento, marchó a anunciar su
descubrimiento a todos los hombres.
¿Que descubrió? Os
preguntareis... pues sencillamente esto: 'Si
queremos librarnos del sufrimiento, debemos comenzar por el interior' Según
Buda, el dolor nace del deseo. Si deseas algo y quieres ser feliz, debes luchar
por conseguirlo... o sencillamente, dejar de desearlo. Así ya no estarás triste.
Todos queremos bienestar,
reconocimiento y ternura. No obtener estas cosas nos genera ansiedad y
tristeza. Decía Buda, que para solucionar el problema debía hacerse como el guía
del elefante, apagar la sed sin saciarla o lograr la calma del mar interior. El
que gobierne todos sus deseos, no regresara al mundo una vez muerto. Solo se
reencarnan los que se aferran a la vida, ellos continúan el ciclo de nacimientos.
Alcanzarlo no es sencillo, él le llamo 'El
camino intermedio' y para conseguirlo es necesario: una fe recta, una decisión
recta, una conciencia recta y un ensimismamiento recto.
Fácil de resumir su pensamiento ¿verdad? Al que le parezca algo estúpido, que
reflexione sobre como impactaron unas ideas tan simples en las mentes de sus contemporáneos,
pues de hecho, muchos le veneraban ya en su día como un Dios. Actualmente hay
tantos Budistas como Cristianos, sobretodo en Oriente: Sri Lanka, Tibet, China y
Japón.
Mi frase favorita de todas las de Buda:
'Si ves que un camino va a
hacerte daño en un futuro, no lo tomes'
Y aquí termino, me dejo muchas
cosas en el tintero, pero siguiendo el ejemplo de simpleza y brevedad de
Gautama, si queréis saber más, a meditar un poco en vez de tanto leer.
Próxima entrada Ignstórica, tras
un par de igncisos... China, el imperio milenario.
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