Pocos periodos históricos son tan importantes para la historia del hombre, como el que produjo a todos los niveles la revolución industrial. Hasta cierto punto, actualmente vivimos aun bajo las consecuencias de este drástico cambio, que ha vuelto complejas a casi todas las manifestaciones sociales y económicas de nuestro tiempo.
Ya en el siglo XVIII, en los albores del despegue industrial. El ciudadano Británico de clase media, se sentía orgulloso y sorprendido por las mejoras que este nuevo sistema económico aportaba a la sociedad, la producción, y sobretodo a su bolsillo. Fueron momentos de gran optimismo, pero de alguna forma y aun es patente en los tiempos que corren, la consciencia del progreso parece generar una sólida e ingenua fe en el futuro.
Estableciendo una analogía entre los primeros tiempos de avance industrial y las actuales mejoras; la principal intención de esta actividad es conocer el coste a nivel humano que tuvo esa evolución, descubrir la obra de un autor clásico como es Dickens, practicar el Inglés gracias a un texto original y promover una visión crítica de la historia, que además se expanda a la situación presente.
Graficas que muestral el incremento de la produccion. Las imagenes no tienen comentarios, porque no creo que los necesiten.
Como he mencionado, la revolución industrial marcó la transformación más fundamental experimentada por la humanidad en la historia del mundo y registrada en documentos escritos. Durante un corto periodo de tiempo, esta revolución coincidió con la historia de un solo país: Gran Bretaña. A su alrededor, se construyó todo un emporio económico y un sistema que pronto, todos querrían imitar. Esta situación, día a Gran Bretaña un poder e influencia temporal, pero desconocido por ninguna otra nación de sus dimensiones. De ser un simple país más, se convirtió en la fabrica del mundo, la única y masiva importadora y exportadora, el único e indiscutible poder naval que además, había forjado un vasto imperio comercial. Especialmente, era el único país con una política mundial propia. Ser pionera en un paso tan importante para la historia de la humanidad, marcaría el orgullo Británico muy profundamente, de una forma que incluso a día de hoy es apreciable en el carácter de sus habitantes.
En las gráficas podemos ver la importancia de la producción Británica a principios del siglo XIX, sobretodo a partir de 1850.
El algodón marcó el cambio industrial y abrió el nuevo camino hacia el capitalismo, basado en un nuevo sistema de producción: Las fábricas. Manchester por ejemplo, concentró una gran cantidad de empresas de manufactura, y en pocos años llegó a multiplicar por diez su tamaño. La población también creció de forma sorprendente:
Gracias a su rápida mecanización, el algodón propició el uso masivo de trabajadores baratos, especialmente de mujeres y niños. Sin duda, este acumuló más capital que el resto de industrias, y también estimuló la revolución química y tecnológica desde 1820 a 1845.
Los granjeros se mudaban a las ciudades, incapaces de competir con el reciente sistema de terratenientes que no paraban de anexarse tierras, para usar las nuevas técnicas de cultivo y multiplicar la producción. La población creciente se usaba como mano de obra barata en las fábricas. El proceso de urbanización espoleó la producción de carbón, que llegó a incrementarse hasta en un 50%. El uso de carbón vegetal, fue sustituido por el mineral gracias a los avances en la extracción de las minas. Esta mejora, se debió al motor de vapor de J. Watt, que sería usado posteriormente en los nuevos medios de transporte, como el ferrocarril y el barco de vapor. La guerra y la fabricación de maquinas colosales, multiplicaron la producción del hierro y consolidaron la metalurgia como una nueva y poderosa industria.
Todo se desarrolló igual que en una reacción en cadena. Todos los elementos se unieron poco a poco para propiciar la evolución. El racionalismo y la aritmética se consolidaron como herramientas esenciales en pos del progreso y un creciente optimismo en el futuro. Era evidente que el ser humano prosperaba, la natalidad crecía, la tecnología se perfeccionaba, los transportes redujeron impensablemente las distancias y la producción superaba ampliamente la demanda.
Pero mientras que los terratenientes y la creciente clase media se llenaba los bolsillos y vivían holgadamente lejos de la polución que sus fabricas producían, los pobres solo podían crear un hogar en las ciudades, ya que la Reina Elizabeth prohibió tener o construir una casa de campo si no se tenían al menos cuatro acres de tierra. Así nacieron los suburbios, las ciudades se llenaron con el humo desorbitado de las fabricas, y una contaminación de agua y atmosférica desmedida, que en su tiempo acabo con miles de vidas. Esos elementos añadidos a las condiciones de vida inhumanas, produjeron muchas epidemias y problemas tanto respiratorios como estomacales.
Los niños tenían turnos de doce horas de trabajo, llegando a usarse en las minas para acceder a lugares especialmente angostos o en trabajos incómodos y rutinarios, que acababan por producirles deformidades en sus delicados miembros. Las mujeres trabajaban tanto como los hombres, pero con un sueldo mas bajo; y a causa de esa igualdad laboral, se pensaba que los hombres podían cobrar menos pues si toda la familia trabajaba y encima había excedente de trabajo, los salarios podían descender de forma considerablemente proporcional a los ingresos.
Un clérigo escribió sobre Manchester, que no había en ninguna otra ciudad del mundo, donde la distancia entre los pobres y los ricos fuese tan difícil de cruzar. Algunos escritores escribieron sobre lo esperanzador del progreso humano, alababan la edad de la maquina, o soltaban extensas diatribas sobre el milagro económico de la clase media y su sistema. Pero otros no opinaban igual. Las ciudades llenas de humo no dejaban pasar la luz, permaneciendo siempre en tinieblas. Esa visión infernal de mugre y desolación hacia preguntarse a otros, si las grandes urbes no eran una maldición en vez de la bendición que anunciaban los periódicos.
LA CIUDAD DESTRUYÓ LA SOCIEDAD
Los escritores Victorianos se dividen generalmente en dos facciones. Los que opinaban abierta y firmemente, que la humanidad siempre avanzaba hacia la perfección, como Thomas B. Haculay y Herbert Spencer, basando sus observaciones en el desarrollo industrial de Inglaterra. Y los que decían que la industrialización era un atroz retrogresión, como los ensayistas Carlyle, Ruskin y Morris; escritores como K. Marx y Engels, y novelistas como Kingsley y especialmente Charles Dickens, que desde una perspectiva más moderada criticó algunos aspectos del nuevo industrialismo.
Dickens escribió muchas novelas, pero la que mejor expone el salvajismo y miserias de revolución industrial fue ‘Tiempos Difíciles’, publicada en 1850. Dickens tenia en mente el periodo de hambruna que azoto a los años 40, un periodo difícil y angustioso de la historia política y social Británica.
Charles Dickens empezó su carrera literaria como periodista y ayudante tipográfico del parlamento, por ello tenia una conexión muy cercana con la realidad. Escribió ampliamente sobre lo que se llamaba la cuestión de las dos naciones/Inglaterras (La pobre y la rica) Como gran observador y sufridor en su tierna infancia, de la desoladora disciplina de las fábricas y su consternación al ver como acarreaban una perdida de la identidad personal, Dickens profundizó aun más en el problema, llegando a establecer un paralelismo con el cruel sistema escolar.
Tras una introducción como esta, podríamos a pasar a leer en clase los textos en Inglés, aunque en este caso y para facilitar su comprensión, usaré un par de extractos en Español del primer y quinto capitulo, para su posterior análisis y debate con los alumnos.
LA SIEMBRA
CAPITULO I
LAS ÚNICAS COSAS NECESARIAS
CAPITULO I
LAS ÚNICAS COSAS NECESARIAS
‘-Pues bien; lo que yo quiero son realidades. No les enseñéis a estos muchachos y muchachas otra cosa que realidades. En la vida sólo son necesarias las realidades. No planteéis otra cosa y arrancad de raíz todo lo demás. Las inteligencias de los animales racionales se moldean únicamente a base de realidades; todo lo que no sea esto no les servirá jamás de nada. De acuerdo con esta norma educo yo a mis hijos, y de acuerdo con esta norma hago educar a estos muchachos. ¡Ateneos a las realidades, caballero!
La escena tenía lugar en la sala abovedada, lisa, desnuda y monótona de una escuela, y el índice, rígido, del que hablaba, ponía énfasis en sus advertencias, subrayando cada frase con una línea trazada sobre la manga del maestro. Contribuía a aumentar el énfasis la frente del orador, perpendicular como un muro; servían a este muro de base las cejas, en tanto que los ojos hallaban cómodo refugio en dos oscuras cuevas del sótano sobre el que el muro proyectaba sus sombras. Contribuía a aumentar el énfasis la boca del orador, rasgada, de labios finos, apretada. Contribuía a aumentar el énfasis la voz del orador, inflexible, seca, dictatorial. Contribuía a aumentar el énfasis el cabello, erizado en los bordes de la ancha calva, como bosque de abetos que resguardase del viento su brillante superficie, llena de verrugas, parecidas a la costra de una tarta de ciruelas, que daban la impresión de que las realidades almacenadas en su interior no tenían cabida suficiente. La apostura rígida, la americana rígida, las piernas rígidas, los hombros rígidos..., hasta su misma corbata, habituada a agarrarle por el cuello con un apretón descompuesto, lo mismo que una realidad brutal, todo contribuía a aumentar el énfasis.
-En la vida, caballero, lo único que necesitamos son realidades, ¡nada más que realidades! El orador, el maestro de escuela y la otra persona que se hallaba presente se hicieron atrás un poco y pasearon la mirada por el plano inclinado en el que se ofrecían en aquel instante, bien ordenados, los pequeños recipientes, las cabecitas que esperaban que se vertiese dentro de ellas el chorro de las realidades, para llenarlas hasta los mismos bordes.’
Desde el primer momento, vemos como el sistema escolar redunda constantemente en los hechos. Hechos, hechos, hechos… repetidos en mayúsculas, como si fuera un Dios. La repetición monótona es como el trabajo en la fábrica, solo memorizar una rutina y repetirla como una maquina sin alma.
Si se observa la descripción del colegio, es igualmente plana, monótona y guarda muchos paralelismos con la ciudad industrial. De alguna forma, la escuela se asemeja a una fabrica también por la descripción de su funcionamiento, solo que esta produce otro tipo de bienes: niños.
No hay elaboración ni ideas propias, el temor a una revolución como en Francia quizá podría explicar esta perspectiva, pero peculiarmente curiosa es la descripción geometrica de las personas, critica y a la vez divertida. La repetición de ‘cuadrado’ acentua de hecho, la apariencia de una persona sin sentimientos, poco animada y dura.
R.C. Churchill ya dijo una vez, que ‘En el campo de la comedia pongo a Dickens sobre Shakespeare, Ben Johnson o Fielding, aunque reconociendo, como el mismo Dickens hizo, que les debia mucho a todos ellos’
La forma en que se juega con las palabras es muy brillante, y la critica del sistema de educación utilitario muy efectiva, original y accesible. Sin sentimientos, solo memoria y unidades, no individuos.
CAPITULO V
LA NOTA TÓNICA
LA NOTA TÓNICA
Coketown, hacia donde los señores Bounderby y Gradgrind caminaban ahora, constituía el triunfo del realismo; estaba esa población tan horra de fantasía como la mismísima señora Gradgrind. Vamos a dar la nota tónica de Coketown antes de empezar la canción.
Era una ciudad de ladrillo rojo, es decir, de ladrillo que habría sido rojo si el humo y la ceniza se lo hubiesen consentido; como no era así, la ciudad tenía un extraño color rojinegro, parecido al que usan los salvajes para embadurnarse la cara. Era una ciudad de máquinas y de altas chimeneas, por las que salían interminables serpientes de humo que no acababan nunca de desenroscarse, a pesar de salir y salir sin interrupción. Pasaban por la ciudad un negro canal y un río de aguas teñidas de púrpura maloliente; tenía también grandes bloques de edificios llenos de ventanas, y en cuyo interior resonaba todo el día un continuo traqueteo y temblor yen el que el émbolo de la máquina de vapor subía y bajaba con monotonía, lo mismo que la cabeza de un elefante enloquecido de melancolía. Contenía la ciudad varias calles anchas, todas muy parecidas, además de muchas calles estrechas que se parecían entre sí todavía más que las grandes; estaban habitadas por gentes que también se parecían entre sí, que entraban y salían de sus casas a idénticas horas, levantando en el suelo idénticos ruidos de pasos, que se encaminaban hacia idéntica ocupación y para las que cada día era idéntico al de ayer y al de mañana y cada año era una repetición del anterior y del siguiente.
Esta descripción de la primera ciudad industrial por un hombre que la conoció tan sumamente bien, es impagable. Hay una constante repetición de la palabra ‘mismo’, para acentuar la monotonía, reiteración y de envolvente oscuridad (como negro, río negro…)
La comparación con animales de la jungla, deja ver que la ciudad no es algo civilizado sino salvaje. La serpiente se compara al humo, pues Snake – Smoke son palabras aliterativas en inglés, reafirmando el vínculo entre los dos conceptos y además, dejando entrever que el mal encarnado por la serpiente bíblica se ha transmutado en el nuevo mal que el hombre estrena en ese siglo, la contaminación.
El elefante es un animal que se compara a las grandes maquinas industriales. Pero el gran mamífero, un animal pausado y nómada, difiere de las grandes maquinas se agitan frenéticamente realizando la misma tarea una y otra y otra vez, sin moverse del sitio. Este gran uso de comparaciones y palabras, deja al lector con una impresión de locura y el contraste de ideas sugiere que estos conceptos industriales son opuestos a la vida.
A pesar de las críticas sutiles al sistema utilitario, Dickens no aboga por ningún tipo de revolución. Su principal intención es encontrar un punto de encuentro entre el trabajador y el empresario, y que la filosofía industrial no destruya las vidas de las personas. Para ello, Dickens se vale del melodrama, el didactismo y el entretenimiento. Siempre confiado por su fe religiosa, en que el entendimiento y la caridad Cristiana finalmente solucionaran esos problemas de forma justa.
Dickens puede gustar o no, pero sin duda en su tiempo, recordó a la gente la importancia de volver al autentico liberalismo y que Inglaterra se había dejado atrás dos palabras del lema revolucionario que tanto sedujo a los intelectuales en sus comienzos, dejando solo la libertad, para olvidarse de Igualdad y Fraternidad. En Hard Times (Tiempos Difíciles) hace especial hincapié en la igualdad, pero el resto de sus libros están mayormente impregnados del espíritu cristiano de fraternidad.
Ruskin dijo una vez de él, que sus caricaturas, aunque a menudo demasiado grotescas, nunca estaban equivocadas ni eran gratuitas. Permitiéndose a costa de ellas, recordarnos que es lo correcto. Ruskin se lamentaba que a pesar de que su enfoque era enseñar al público divirtiéndolo, a veces Dickens debería enfocar su obra a un análisis más preciso y severo de los males de su época. Pues Mr Bounderby es un monstruo dramático, cuando para Ruskin debía ser un capataz de fábrica como tantos otros; y Stephen Blackpool es un perfecto personaje dramático, en vez de uno de los muchos trabajadores honestos que poblaban las fabricas.
Al ver las caras de sufrimiento de esas personas, y saber que lucharon jugandose las comidas de sus hijos por conseguir derechos que ahora damos por sentado, da que pensar sobre los tiempos actuales.
Hippolyte Tain alabó y diferenció claramente los personajes de Dickens, que se dividían en personas que tienen sentimientos y personas que no los tienen. Usando este recurso dramático, Tiempos difíciles contrasta las almas que la naturaleza crea, con aquellas que la sociedad deforma. Para ella, Dickens exalta el instinto sobre la razón, la intuición sobre la ciencia y ataca a la educación edificada sobre estadísticas, figuras y hechos. También satiriza los abusos de la sociedad y elogia a los personajes de naturaleza oprimida y pura.G.B. Shaw, Karl Marx, Carlyle y Ruskin se alzaron en contra de la misma civilización, lcombatiendo la enfermedad moral, declarando abiertamente que no eran los disturbios ni los desordenes de la sociedad, sino su orden, el autentico problema. Lo horrible no eran los criminales ni ladrones, sino los magnates que robaban y aniquilaban familias enteras sin reparo alguno. No es solo la culpa de Tom Gradgrind (personaje de la Hard Times) la que debe ser demolida, sino la de todo el sistema social.
Ante la complacencia ingenua y poco interesada en asuntos sociales de muchos estudiantes, creo que una visión crítica como la de Dickens y sus sucesores, todos luchadores por la mejora de la sociedad y creadores del mundo en que ahora vivimos; puede ser enriquecedora. Máxime en los tiempos de crisis que corremos, y que deberían invitar a un debate y reflexión social mas activa por parte de todos y cada uno de los ciudadanos.
Escrito por Ignacio Platero
7 comentarios:
Sir Dorian Lansbury dijo:
¡Yo protesto, protesto y protesto; si, protesto enérgicamente, Lord Ignaciur!!
Es lamentable que un hidalgo de su abolengo enlode su acervo cultural con este panfleto tendencioso y revisionista, de innegable filiación marxista y judeomasónica. La Gloriosa Albión y su Graciosísima Majestad, Victoria _ hija espiritual de Cristo, hermana carnal de San Jorge y tataranieta-sobrina de Arturo de Camelot _ repudian este cúmulo de injurias dirigidas a menguar la respetabilidad del Imperio; ¡injurias he dicho! macabra exigencia de esta época abocada a la vileza en todas sus variantes.
En nuestros prados y ciudades, heredamos el honor de los antiguos guerreros paganos y los santos padres del credo al Dios Único, cuyos antagonismos trascendieron el contexto a fin de establecer con firmeza los pilares de nuestra Nación, auténtico faro de Verdad y Progreso inmerso en un océano de mezquindad. Toleramos el odio secesionista de los colonos americanos y la envidia de nuestros vecinos europeos, ¿qué más da? El Imperio de Dios sobre la Tierra se nutre de la savia de sus hijos (auténticos colosos de honesto brío) y no de las miradas taimadas de quienes hubieran deseado compartir la lengua de nuestro inmortal Bardo.
Pero aún así, el respeto era una consigna obligada. ¿Qué sucedió entonces que ahora se nos acusa de explotadores, tiranos e inhumanos capataces por simplemente adecuarnos a los códigos industriales que la ilustración exigió? ¿Éramos una horda de bárbaros por mantener nuestras tradiciones y ahora lo somos aún más por hacerlas convivir armónicamente con el vapor y la velocidad? ¿En qué quedaron vuestros argumentos?
¿Pobreza, enfermedad e injusticias sociales campean en nuestras tierras como plagas descritas en la ley mosaica? ¿quiénes lo dicen? ¿esos poetas-pintores de tercera fila, agobiados por visiones dignas del más rabioso lunático, que osan llamar "satánicas" a nuestras refulgentes fábricas? ¿aquellos gacetilleros de pluma rápida que enarbolan la caridad cristiana en sus cuentos navideños al tiempo que ostentan una sórdida vida, tan o más escatológica que un crimen en Whitechapel? ¿o esos filósofos financiados por los banqueros judíos, cuyo odio visceral por todo aquello que sacralize al hombre les lleva a considerar a la economía como el Alfa y el Omega de nuestra especie?
Por favor, Lord Ignaciur, por favor.
Las ovejas siempre necesitarán pastores. En el trayecto hacia el bienestar, pueden suscitarse desavenencias, quizá hechos que nadie hubiera deseado presenciar o ser partícipe, pero los lazos de fraternidad ¡y respeto! que unen a todos los hombres y mujeres de Inglaterra están por encima de cualquier ensayo liberal.
He dicho.
El hermanito adoptivo de Abdel Wahid Yahia dijo:
Dorian, esquizofrénico insufrible, apostaría mis genitales a que Stevenson se inspiró en tí para diseñar a su Jekyll y Hyde. No hay ni una sola letra en tu patética arenga que no delate tu precaria salud mental, fruto de la sociedad en que te desenvuelves, supuestamente deudora de un orden prístino y tradicional, pero en verdad, hace mucho digna representante de aquello que Isa llamó "sepulcros blanqueados".
Te atreves a colocar a esa tiranuela obesa (en mi opinión, la primera feminista convicta y confesa y un ejemplo definitivo de por qué una mujer no debe desempeñar un cargo político e incluso público) en el linaje del Nazareno, de Arturo Pendragon y Jorge de Capadocia y te llenas la boca con citas de trovadores de segunda fila para justificar la barbarie que Shaitán gesta en tu nación. ¿Crees que con sólo censurar al imbécil de Marx y sus acólitos ya tienes ganado un lugar de honor en la mesa de los Antiguos? Te equivocas, "Sir".
Tu gobierno es oculto siamés de las esferas ocultas, liberales y subversivas que buscan arrastrar definitivamente a la humanidad hacia el matadero espiritual. Tu gobierno censuró en su momento a visionarios como William Blake (a quien también te das tiempo de ofender)y renegó hace mucho del Grial y la espada de Viviane. Bien harías en abandonar tu título apócrifo, tus tierras que jamás procuraste gobernar y respetar, y vestirte con el rústico atavío del escudero. "¿Para qué?" preguntarás. Pues para que obtengas de manera honesta el título de caballero. Atrévete a escalar peldaños morales y conságrate pasando cuchillo a las máximas autoridades de tu país. Luego, anda a los banqueros sionistas, a los organizadores de los grupos ocultos de poder mundial actual, a la ONU y a la OTAN y báñate en su sangre.
Suena feo, ¿verdad?
No cualquiera se comportaría como un verdadero Sir, pues, so mamón...
El Jeque Blanco dijo:
Hermanito adoptivo de Abdel Wahid Yahia, dices muchas verdades pero también caes en una insolencia gratutita y peor aún, en una apología a la violencia que flaco favor le hace a la memoria del gran Guénon.
Casi se podría decir que te nivelas con el lamentable Sir Dorian.
¿Qué tienen en común Mahatma Gandhi, Teresa de Calcuta, Martin Luther King, Nelson Mandela, Malcolm X, Óscar Arnulfo Romero entre otros de los escasos (y verdaderos) líderes espirituales _ y por lo mismo políticos_ del siglo XX?
Pues que todos ellos eran aristócratas. Genuina nobleza que en antiguas épocas conducían los destinos de las naciones.
La esencia de una verdadera aristocracia es ante todo espiritual e intelectual. Una espiritualidad que tiene muy poco que ver con la noción moderna de la misma. Una espiritualidad vinculada con un sentido innato de soberanía, con un desprecio por las cosas profanas, comunes, de adquisición, nacidas de habilidad, ingenio, erudición e incluso genialidad; desprecio que se acerca sumamente al mismo que el asceta profesa, diferenciándose sin embargo por una ausencia completa de pathos y resentimiento.
El intelecto del verdadero aristócrata, subordinado al Espíritu y por ende con una capacidad de comprensión y clarividencia ajena al enciclopedismo académico del racionalismo contemporáneo, hace de la trascendencia el objetivo primordial de la especie humana, trascendencia reñida con el significado vulgar que hoy se maneja del término, más cercano al exitismo y la figuración que a una lúcida visión del sentido de la existencia. De más está decir que otras filosofías, basadas en el relativismo más espurio y en concepciones del ser humano totalmente patológicas cuando no misantrópicas, chocan y se descalabran ante la enorme certeza del verdadero pensamiento aristocrático, certeza que aún siendo confinada por el mundo moderno y su maquinaria masificadora a una situación marginal, jamás ha podido ser refutada como paradigma de armonía y progreso.
La naturaleza humana, a pesar de lo que digan las doctrinas cínicas y nihilistas, siempre se reconocerá en aquellos que enarbolen de manera veraz los atributos y virtudes que conforman un todo armónico, aquella idea suprema del Bien que menciona Platón, fuente de verdad y del ser.
Reparemos sino en menesteres simples, cotidianos, como las disciplinas artísticas, deportivas y demás. El anhelo del ser humano, desde niño, es lograr méritos que lo acerquen a aquel ideal de perfección o refinamiento que potencie lo mejor de sí. Si esto se manifiesta en esferas como las mencionadas ¿no es lógico que se traduzca, de manera más contundente, en las faenas políticas? Sólo en estos tiempos, de decadencia y engañoso desarrollo, la virtud es censurada, anteponiéndose a ella valores sotánicos que menguan y extinguen las capacidades de la especie.
El Jeque Blanco dijo:
Para dar el sentido de poder, de poder legítimo y no de mera exposición de burdas ornamentas, el verdadero aristócrata hace sentir bien su distanciamiento respecto de las riquezas. Su poder político que, por tal camino, tenderá a asegurarse también una verdadera autoridad espiritual, deberá afirmarse en plena independencia respecto de cualquier poder que se vincule a la riqueza material. No riqueza, pues, sino algo más: el poder sobre la riqueza.
Quien tiene luego verdaderamente el poder y es conciente de ser digno de él, se da cuenta también de que toda forma de vanidad y de personalismo lo rebaja: éstas son formas artificiales y ficticias de valer ante sí mismos y ante los otros, de las cuales él no tiene necesidad. Ellas no tienen nada que ver con el espíritu aristocrático, con la visión aria de la vida. Aria, sí, “nobleza de espíritu” en sánscrito; palabra confinada hoy por hoy a una burda denominación dérmica.
Y bueno, para mí la sociedad ideal (*1) _ sociedad ideal que llegó a darse en las culturas de la antigüedad _ sería una sociedad de castas: sacerdotes, reyes, guerreros, burguesía y proletariado. Lamentablemente, ahora esta estructura armoniosa a sido devaluada y mancillada por la propia decadencia y/o degeneración de los hombres; y lo triste es que las gentes en vez de restaurar este sistema perfecto, lo sustituyó por modos de vida que, carajo, llevaron a los seres humanos a los más grandes y trágicos fracasos (el absolutismo monárquico, la revolución burguesa, la revolución del proletariado), sistemas que, además, ni siquiera llegaron a los 200 años. Ahora vivimos otro sistema. El de la disolución total. Condenado a desaparecer también. Kali Yuga...
(*1).- Según las tradiciones (las reales), el mismo principio de gobierno obedece a una ruptura con un orden trascendente y divino. Pues en el inicio de los tiempos, los seres humanos no necesitaban de guías o intermediarios; cada persona podía gobernarse a sí misma, con sabiduría plena y bondad, en comunión con El Creador. Al iniciarse el paulatino proceso degenerativo de nuestra especie, se buscaron formas de paliar esta debacle: ese fué el inicio de las sociedades, del sistema de castas. Noble intento de impedir una enajenación mayor, que finalmente sucumbió ante el expansivo secularismo y mezquindad de la humanidad.
No obstante, soy optimista. Después de la edad de hierro, El Renacimiento surgirá.
Es cuestión de ciclos, ciclos...
La masa exige derechos, el verdadero noble ejerce el placer del deber.
José Ortega y Gasset.
El hermanito adoptivo de Abdel Wahid Yahia dijo:
Te faltó decir esto, maldito jeque (tolero tu amable ofensa únicamente por que citas dignamente a Guénon):
Derecha e izquierda (dos horrendos siameses, como diría el cineasta italiano Pier Paolo Pasolini *1), y en suma, la democracia en general, son cuestionados con una suavidad, que ya desearían credos como el cristianismo, el islamismo, el hinduismo o el budismo; responsables en gran medida del desarrollo de la civilización mundial, antes de que esta sucumba a la inestabilidad y relativismo contemporáneo; así digan lo contrario los científicos, sociólogos e intelectuales progres, además de los autores de best sellers como Dan Brown o Ayn Rand.
El judaismo suele tener mejor suerte; sus practicantes son víctimas o descendientes de víctimas, recordemos (así nos dicen diariamente los medios de comunicación *2).
*1.- Se ha polarizado falsamente la democracia en contraposición a los golpes militares, olvidando que los mismos se hicieron justamente con la intención de restituirla en su "pureza" al suponerse que ésta estaba faltando. No es de extrañar que el rótulo con el que se presentaban las dictaduras militares era el de "reorganización del estado" o "salvación del estado" o "estado de emergencia". ¿Y de qué se supone que nos defendían estas dictaduras asesinas? Del desorden, del caos comunista...
¿Es decir que la mier-da venía a salvarnos de la mierda?
Alguien dijo una vez: las ideologías de izquierda y derecha son como dos brazos haciendo pulsadas, convenientemente iluminados en un cuarto oscuro. En principio parece verse dos extremidades pertenecientes a dos cuerpos, distintos, entrelazadas en un enfrentamiento contínuo. Pero si se prenden las luces, veremos a una sola persona, a dos brazos (izquierdo y derecho) que surgen de un mismo cuerpo, movido por una mente mentirosa...
*2.- Si se percibe una crítica, es al sionismo. Jamás al judaismo.
Vinietas o Vinietaz que no es lo mismo pero es igual (o llámeme simplemente Joderman, Amo y Señor de la Insoportabilidad o si gusta, Doctor Esquizofrenstein) dijo:
Jejejeje, me queda la satisfacción de que no soy el único que se va por las ramas...
Sir Basil Lansbury dijo:
Chusma mahometana,iros a desposar niñas de 12 años.
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